Jacobo –Bueno. Entonces, tras hacer el
descubrimiento, se te ocurrió que sería buena idea contemplar lo que se estaba
cociendo al otro lado de tu casa.
Casimiro –No exactamente. Hombre, después de
ver el potencial del instrumento que tenía entre mis manos, mi curiosidad se
disparó de un modo extraordinario. Eso es cierto. Sin embargo, en un principio
solo estaba interesado en comprobar todo lo que aquella preciosidad era capaz
de hacer como mero artefacto tecnológico y, por ese motivo, agarré toda mi gran
sed de ciencia, me dirigí raudo y veloz hacia el cuarto de baño y me dispuse a
atravesar por completo la gruesa pared que separa los dos servicios. Allí fue
donde me llevé la segunda sorpresa.
Jacobo –Tu bellísima
vecina en la ducha... Frotándose los senos con la esponja… y el resto de zonas de su perfecto y delicado cuerpo…
Casimiro –Sí. Pero lo realmente chocante de la situación es que de inmediato comenzase a
gritar.
Jacobo –¿A gritar?
Casimiro –Como una descosida, y mirando justo
hacia donde yo me encontraba. Me sobresalté tanto con el repentino escándalo
que mi primera reacción fue liarme a toser para disimular, mientras me
apresuraba a activar la depiladora eléctrica de mi mujer y todos los cepillos
de dientes a pilas.
Dolores –¡Papá, ya hemos terminado los deberes y
tenemos hambre! ¿Cuándo va a venir la criada a hacernos la comida?
Casimiro –Princesas, solo son las doce y media. Id a
picar algo a la cocina, mientras tanto.
Remedios –Hala, si es el móvil que yo quiero. ¿Me
deja echarle un vistazo, señor Prieto?
Jacobo –Bueno, a no ser que cuentes con poderes
telequinéticos, no te privaré de dirigir hacia él la mirada, je, je.
Remedios –Guay. ¿Qué botón hay que pulsar para que
aparezcan hologramas? ¿Éste? ¿O es uno de estos cinco? No va, ¿por qué? ¿Cómo
funciona?
Jacobo –No, nena, no me has entendido. Déjame que
te…
Remedios –Anda, también tiene un puntero láser. ¡Qué
pasada de teléfono!
Jacobo –Es una aplicación que me descargué que
imita la espada de Darth Vader, pero es mejor no…
Remedios –Yium, yium, yium. ¡Vamos, Luke! ¡Sal de
donde estés escondido y pelea como un hombre! Yium, yium…
Casimiro –Cariño, para jugar tienes el láser que te
compré el verano pasado, que casi ni lo has usado. Va, devuélvele ya el móvil a
Jacobo, que como se lo rompas va a tener que gastarse un dineral para comprarse
otro.
Dolores –Hey, Reme, ya tengo el tigre en el estómago.
Remedios –¿Sí? Perfecto. Pues nada, nosotras nos marchamos… ¡Hasta
luego!
Jacobo –Se han ido ya, ¿verdad?
Casimiro –Oh, puedes estar seguro de ello. Cuando
tienen hambre son capaces de ignorar el resto entero del universo hasta saciarse.
Jacobo –¿Sabes? No me puedo creer que dentro de
poco tenga que irme, con lo interesante que se está poniendo esto. Continúa
contándome. ¿Qué paso al final con tu vecina?
Casimiro –Que qué pasó con la vecina… Pues resulta
que en cuestión de segundos apareció su marido preguntando, lógicamente, qué
es lo que estaba ocurriendo. Y ella contestó… que había visto unos ojos. Unos
ojos que la miraban fijamente. Todo esto solo lo escuché, claro.
Jacobo –Entonces ella pudo verte. O al
menos a una parte de ti. Pero, de ser eso cierto, se me abren muchos más
interrogantes.
Casimiro –Para empezar, te diré, que menos mal que
terminaron pensando que se trataba de una alucinación o algo por el estilo, porque de
lo contrario no hubiera sabido qué hacer en ese momento. Y supongo que me
habría tocado emigrar a algún país indeseable donde el cumplimiento de las
leyes y la seguridad personal brillasen por su ausencia. Imagina el calvario
que podría haber supuesto semejante situación.
Jacobo –Casimiro, me vas a perdonar pero hay algo
en todo esto que no me cuadra. Si me estás diciendo que aquel día la chica pudo
ver que la mirabas, ¿cómo es que hace un rato ninguno de los dos vecinos se
percató de que les estábamos observando, si los teníamos prácticamente enfrente
de nosotros?
Casimiro –Je, je, je. Bueno, verás, a pesar del incidente,
gracias a mi audacia y a mi poderoso intelecto con el tiempo averigüé que el
artefacto no siempre se comportaba de la misma manera. ¿Te has fijado en las
marcas de rotulador rojo que hay por toda la parte oeste de la casa? Pues su
función es indicar lo que nosotros denominamos las “zonas de observación”. Ten
por seguro que si te colocas tras uno de esos círculos, nadie más va a saber
que estás ahí; a no ser que hagas algún ruido, claro.
Jacobo –Increíble, amigo. Empezaba a pensar que tu gusto
por la decoración se había atrofiado.
Casimiro –Mira, yo no soy científico, ya que en su
día decidí optar por una carrera de letras, pero parece ser que di con una
especie de combinación perfecta entre los materiales interpuestos y la posición
del instrumento para poder observar sin ser visto. A base de realizar diversas
pruebas con suma cautela en las que mi señora y mis hijas participaron desde el
otro lado, siempre con alguna excusa para colarse en ciertas partes de la casa,
conseguí ir trazando el mapa con las zonas más seguras.
-----------------------------------------------------------------------
Dolores –Bien, hemos conseguido birlar los
prismáticos en todas las narices de papá y de su amigo gordo y no se han dado
ni cuenta.
Remedios –"Hemos" no. En verdad he hecho yo todo el
trabajo. Así que me corresponde jugar con ellos primero.
Dolores –¡Qué dices! ¿Cómo que has hecho tú todo el
trabajo? Lo más difícil era distraerles y por eso yo debería tener prioridad.
Dame eso y lárgate a zampar bollos, ¡fea!
Remedios –¿Te has mirado bien en el espejo? Te
recuerdo que somos gemelas, pedazo de imbécil. Eres exactamente igual de fea
que yo.
Dolores –Venga, suéltalos de una vez, ¡que los vas
a romper!
Remedios –¡Aaah, no me muerdas!
Dolores –Mierda, la puerta... ¡Disimula, joder! Que
viene alguien.
Azucena –¡Dolores y Remedios! ¿Ya os estabais
peleando otra vez?
Remedios –¿Eh? Qué va, mamá, si no hacíamos nada.
Dolores –Solo practicábamos con un juego nuevo.
Azucena –¡Os he dicho millones de veces que no me
mintáis! He escuchado lo que hablabais. Así que ya me estáis dando el aparato
inmediatamente y echando a correr hacia vuestro cuarto, ¡si no queréis que os
incruste en el culo la zapatilla!
Casimiro –Querida, ¿va todo bien?
Azucena –He pillado a las niñas comentando que
no habían hecho los deberes, pero ya las he mandado a arriba a terminarlos. Y
qué, ¿al final Jacobo ha venido a verte o no?
Casimiro –Está en la sala de estar. ¿Quieres venir a
saludarle y, de paso, te unes a la reunión? Ya le he explicado el porqué de los
círculos rojos y estaba a punto de contarle lo de aquella extraña visión que
tuve el otro día.
Azucena –No puedo ir con vosotros. Tengo un montón
de cosas que hacer. Hale, ve tú y ya me contarás luego lo que dice.
Casimiro –Le saludaré de tu parte, entonces.
Azucena –Bueno, pues por fin me dejan a solas para
disfrutar un poco del culebrón. Vamos a ver de qué va hoy la cosa.
Amira –Ya que hoy me han dado el día libre
en el restaurante y hace un día espléndido, he pensado que después de comer
podríamos ir a dar una vuelta por la playa. Todavía hay muchos rincones de la
isla que no te he enseñado. ¿Qué te parece?
Dídac –Por mí, perfecto. Tengo que terminar todavía algunas cosas, pero puedo dejarlas para más tarde o bien para mañana. ¡Ah! Y antes de que se me olvide: Tobías, el de la ferretería, me ha preguntado si
había alguna posibilidad de conseguir reserva en El Infinito para cenar
allí este sábado.
Amira –Ya estamos con los favores… Desde que
empecé a trabajar para Peter Pullman todo el mundo pretende que le cuele. El
jueves pasado, sin ir más lejos, tuve que agacharme tras un carrito de bebé
para despistar a la señora que vive frente a la tienda de delicatessen, que
siempre que me ve desde su jardín, milagrosamente, arranca a correr con el bastón
para pedirme una mesa. ¿Es que no pueden llamar por teléfono con suficiente
antelación y limitarse a tener paciencia? Pero bueno, esta vez haré una
excepción y voy a considerarlo porque él siempre se ha portado muy bien
contigo. ¿Sabes para cuántas personas sería la reserva?
Dídac –Quiere darle una sorpresa a su mujer por
su aniversario. Así que supongo que irían ellos dos solos.
Amira –Uhm, si son solo dos, miraré a ver qué puedo
hacer. Aunque para el sábado, precisamente… está difícil.
Dídac –Por cierto, cariño, tengo que decir que me
tienes verdaderamente impresionado por lo de tus habilidades ninja. Llego a verte en ese momento en
cuclillas, escondiéndote en medio de la calle de una octogenaria lisiada, y me
descojono un poco.
Amira –Mira, no es por exagerar, pero yo creo que
esa mujer en su juventud debió de ser campeona olímpica en alguna modalidad de
atletismo. Estoy totalmente convencida, vamos.
---------------------------------------------------------------------------
Azucena –Ya viene éste otra vez para acá. A ver qué coño
quiere ahora... Pues si está buscado los prismáticos, va listo. Detrás de esta
maceta no podrá verlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario