martes, 23 de abril de 2013

La combinación perfecta –Parte 3–



Jacobo –Bueno. Entonces, tras hacer el descubrimiento, se te ocurrió que sería buena idea contemplar lo que se estaba cociendo al otro lado de tu casa.

Casimiro –No exactamente. Hombre, después de ver el potencial del instrumento que tenía entre mis manos, mi curiosidad se disparó de un modo extraordinario. Eso es cierto. Sin embargo, en un principio solo estaba interesado en comprobar todo lo que aquella preciosidad era capaz de hacer como mero artefacto tecnológico y, por ese motivo, agarré toda mi gran sed de ciencia, me dirigí raudo y veloz hacia el cuarto de baño y me dispuse a atravesar por completo la gruesa pared que separa los dos servicios. Allí fue donde me llevé la segunda sorpresa.

Jacobo –Tu bellísima vecina en la ducha... Frotándose los senos con la esponja… y el resto de zonas de su perfecto y delicado cuerpo… 

Casimiro –Sí. Pero lo realmente chocante de la situación es que de inmediato comenzase a gritar. 

Jacobo –¿A gritar?

Casimiro –Como una descosida, y mirando justo hacia donde yo me encontraba. Me sobresalté tanto con el repentino escándalo que mi primera reacción fue liarme a toser para disimular, mientras me apresuraba a activar la depiladora eléctrica de mi mujer y todos los cepillos de dientes a pilas.

Dolores –¡Papá, ya hemos terminado los deberes y tenemos hambre! ¿Cuándo va a venir la criada a hacernos la comida?

Casimiro –Princesas, solo son las doce y media. Id a picar algo a la cocina, mientras tanto.

Remedios –Hala, si es el móvil que yo quiero. ¿Me deja echarle un vistazo, señor Prieto?

Jacobo –Bueno, a no ser que cuentes con poderes telequinéticos, no te privaré de dirigir hacia él la mirada, je, je.

Remedios –Guay. ¿Qué botón hay que pulsar para que aparezcan hologramas? ¿Éste? ¿O es uno de estos cinco? No va, ¿por qué? ¿Cómo funciona?

Jacobo –No, nena, no me has entendido. Déjame que te…

Remedios –Anda, también tiene un puntero láser. ¡Qué pasada de teléfono!

Jacobo –Es una aplicación que me descargué que imita la espada de Darth Vader, pero es mejor no…

Remedios –Yium, yium, yium. ¡Vamos, Luke! ¡Sal de donde estés escondido y pelea como un hombre! Yium, yium…

Casimiro –Cariño, para jugar tienes el láser que te compré el verano pasado, que casi ni lo has usado. Va, devuélvele ya el móvil a Jacobo, que como se lo rompas va a tener que gastarse un dineral para comprarse otro.

Dolores –Hey, Reme, ya tengo el tigre en el estómago. 

Remedios –¿Sí? Perfecto. Pues nada, nosotras nos marchamos… ¡Hasta luego!

Jacobo –Se han ido ya, ¿verdad?

Casimiro –Oh, puedes estar seguro de ello. Cuando tienen hambre son capaces de ignorar el resto entero del universo hasta saciarse.

Jacobo –¿Sabes? No me puedo creer que dentro de poco tenga que irme, con lo interesante que se está poniendo esto. Continúa contándome. ¿Qué paso al final con tu vecina?

Casimiro –Que qué pasó con la vecina… Pues resulta que en cuestión de segundos apareció su marido preguntando, lógicamente, qué es lo que estaba ocurriendo. Y ella contestó… que había visto unos ojos. Unos ojos que la miraban fijamente. Todo esto solo lo escuché, claro.

Jacobo –Entonces ella pudo verte. O al menos a una parte de ti. Pero, de ser eso cierto, se me abren muchos más interrogantes.

Casimiro –Para empezar, te diré, que menos mal que terminaron pensando que se trataba de una alucinación o algo por el estilo, porque de lo contrario no hubiera sabido qué hacer en ese momento. Y supongo que me habría tocado emigrar a algún país indeseable donde el cumplimiento de las leyes y la seguridad personal brillasen por su ausencia. Imagina el calvario que podría haber supuesto semejante situación.

Jacobo –Casimiro, me vas a perdonar pero hay algo en todo esto que no me cuadra. Si me estás diciendo que aquel día la chica pudo ver que la mirabas, ¿cómo es que hace un rato ninguno de los dos vecinos se percató de que les estábamos observando, si los teníamos prácticamente enfrente de nosotros?

Casimiro –Je, je, je. Bueno, verás, a pesar del incidente, gracias a mi audacia y a mi poderoso intelecto con el tiempo averigüé que el artefacto no siempre se comportaba de la misma manera. ¿Te has fijado en las marcas de rotulador rojo que hay por toda la parte oeste de la casa? Pues su función es indicar lo que nosotros denominamos las “zonas de observación”. Ten por seguro que si te colocas tras uno de esos círculos, nadie más va a saber que estás ahí; a no ser que hagas algún ruido, claro.

Jacobo –Increíble, amigo. Empezaba a pensar que tu gusto por la decoración se había atrofiado.

Casimiro –Mira, yo no soy científico, ya que en su día decidí optar por una carrera de letras, pero parece ser que di con una especie de combinación perfecta entre los materiales interpuestos y la posición del instrumento para poder observar sin ser visto. A base de realizar diversas pruebas con suma cautela en las que mi señora y mis hijas participaron desde el otro lado, siempre con alguna excusa para colarse en ciertas partes de la casa, conseguí ir trazando el mapa con las zonas más seguras.

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Dolores –Bien, hemos conseguido birlar los prismáticos en todas las narices de papá y de su amigo gordo y no se han dado ni cuenta.

Remedios –"Hemos" no. En verdad he hecho yo todo el trabajo. Así que me corresponde jugar con ellos primero.

Dolores –¡Qué dices! ¿Cómo que has hecho tú todo el trabajo? Lo más difícil era distraerles y por eso yo debería tener prioridad. Dame eso y lárgate a zampar bollos, ¡fea!

Remedios –¿Te has mirado bien en el espejo? Te recuerdo que somos gemelas, pedazo de imbécil. Eres exactamente igual de fea que yo.

Dolores –Venga, suéltalos de una vez, ¡que los vas a romper!

Remedios –¡Aaah, no me muerdas!

Dolores –Mierda, la puerta... ¡Disimula, joder! Que viene alguien.

Azucena –¡Dolores y Remedios! ¿Ya os estabais peleando otra vez?

Remedios –¿Eh? Qué va, mamá, si no hacíamos nada.

Dolores –Solo practicábamos con un juego nuevo.

Azucena –¡Os he dicho millones de veces que no me mintáis! He escuchado lo que hablabais. Así que ya me estáis dando el aparato inmediatamente y echando a correr hacia vuestro cuarto, ¡si no queréis que os incruste en el culo la zapatilla!

Casimiro –Querida, ¿va todo bien?

Azucena –He pillado a las niñas comentando que no habían hecho los deberes, pero ya las he mandado a arriba a terminarlos. Y qué, ¿al final Jacobo ha venido a verte o no?

Casimiro –Está en la sala de estar. ¿Quieres venir a saludarle y, de paso, te unes a la reunión? Ya le he explicado el porqué de los círculos rojos y estaba a punto de contarle lo de aquella extraña visión que tuve el otro día.

Azucena –No puedo ir con vosotros. Tengo un montón de cosas que hacer. Hale, ve tú y ya me contarás luego lo que dice.

Casimiro –Le saludaré de tu parte, entonces.

Azucena –Bueno, pues por fin me dejan a solas para disfrutar un poco del culebrón. Vamos a ver de qué va hoy la cosa.

Amira –Ya que hoy me han dado el día libre en el restaurante y hace un día espléndido, he pensado que después de comer podríamos ir a dar una vuelta por la playa. Todavía hay muchos rincones de la isla que no te he enseñado. ¿Qué te parece?

Dídac –Por mí, perfecto. Tengo que terminar todavía algunas cosas, pero puedo dejarlas para más tarde o bien para mañana. ¡Ah! Y antes de que se me olvide: Tobías, el de la ferretería, me ha preguntado si había alguna posibilidad de conseguir reserva en El Infinito para cenar allí este sábado.

Amira –Ya estamos con los favores… Desde que empecé a trabajar para Peter Pullman todo el mundo pretende que le cuele. El jueves pasado, sin ir más lejos, tuve que agacharme tras un carrito de bebé para despistar a la señora que vive frente a la tienda de delicatessen, que siempre que me ve desde su jardín, milagrosamente, arranca a correr con el bastón para pedirme una mesa. ¿Es que no pueden llamar por teléfono con suficiente antelación y limitarse a tener paciencia? Pero bueno, esta vez haré una excepción y voy a considerarlo porque él siempre se ha portado muy bien contigo. ¿Sabes para cuántas personas sería la reserva?

Dídac –Quiere darle una sorpresa a su mujer por su aniversario. Así que supongo que irían ellos dos solos.

Amira –Uhm, si son solo dos, miraré a ver qué puedo hacer. Aunque para el sábado, precisamente… está difícil.

Dídac –Por cierto, cariño, tengo que decir que me tienes verdaderamente impresionado por lo de tus habilidades ninja. Llego a verte en ese momento en cuclillas, escondiéndote en medio de la calle de una octogenaria lisiada, y me descojono un poco.

Amira –Mira, no es por exagerar, pero yo creo que esa mujer en su juventud debió de ser campeona olímpica en alguna modalidad de atletismo. Estoy totalmente convencida, vamos.

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 Azucena –Ya viene éste otra vez para acá. A ver qué coño quiere ahora... Pues si está buscado los prismáticos, va listo. Detrás de esta maceta no podrá verlos.





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