Érase la historia de un
corazón roto que de Dios se hizo devoto.
Érase la historia de un
romántico techo que se derrumbó para sentir el latido de un pecho.
Érase la historia de un
sofá que cada tarde se sentaba en una roca a contemplar el mar.
Érase la historia de una
espada que al ver sangre se desmayaba.
Érase la historia de una
copa que prefirió estallarse contra el suelo a rozar aquella boca.
Érase la historia de un
elefante que se cortó la trompa para no dar el cante.
Érase la historia de un
Dios ateo que pensaba: "Yo en mí mismo no creo".
Érase la historia de un tape
que no encajaba en ninguna parte.
Érase la historia de un
cinturón que, en lugar de ceñir, ensanchaba el pantalón.
Érase la historia de un
espejo que no mostraba ningún reflejo.
Érase la historia de un
soldado que fue condecorado por dejar la guerra a un lado.
Érase la historia de una
baraja que no contenía ni una sola carta.
Érase la historia de un
detergente que ensuciaba la ropa de toda la gente.
Érase la historia de un
ventilador que se negaba a funcionar cuando hacía calor.
Érase la historia de un
cigarro que al fumarlo se hacía más largo.
Érase la historia de una
bombilla que solo alumbraba durante el día.
Érase la historia de una
nevera que calentaba lo de dentro y enfriaba lo de fuera.
Érase la historia de un arma masivamente destructiva que a todo el mundo perdonaba la
vida.
Érase la historia de una
brújula que renegaba de ser esdrújula.
Érase la historia de una
veleta que cada vez que soplaba el viento se quedaba quieta.
Érase la historia de una fiesta que consistía en echar la siesta.
Érase la historia de una fiesta que consistía en echar la siesta.
Érase la historia de un
fijo contrato que se autodestruía al cabo de un rato.
Érase la historia de un
cuenco que no tenía parte de dentro.
Érase la historia de una
goma de borrar que no corregía nunca nada, por no gastar.
Érase la historia de un
tipo sin vista que, frente al agua, pecaba de narcisista.
Érase la historia de una serie de televisión que triunfaba por no tener guion.
Érase la historia de un camino que no conducía a ningún destino.
Érase la historia de una
puerta que solo servía para estar abierta.
Érase la historia de unas
instrucciones que, en lugar de aclarar, incrementaban las confusiones.
Érase la historia de una
historia que no se contaba para no ocupar memoria.
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