Azucena –¿Crees que le sentaría bien a mi cuello
aquel collar que vimos en Luxury? El de los diamantes gordos, "enquistados" en oro
blanco de 24 quilates. Imagina cómo me quedaría junto con un vestido de Petra
Abdelnor y un sombrero de esos capaces de dar sombra a medio continente africano.
Casimiro –Huelga decir que estarías esplendorosa y
elegante como la más refinada de las princesas, pero no
creo que pudiese soportar lo que conllevaría que lucieses en público semejante
atuendo, viéndome obligado, constantemente, a tratar de ahuyentar a cientos de buitres que
revolotearían a tu alrededor.
Azucena –¿Insinúas que normalmente voy por ahí
hecha una facha y por eso no se me acerca nunca nadie?
Casimiro –En absoluto, querida mía. No quería decir
eso.
Azucena –¡Entonces estás diciendo que mi belleza no
vale nada, y que tengo que esconderme tras un montón de joyas para que unos
pocos viejos me hagan algo de caso! Estoy más que harta de tus continuos "miniprecios", ¿sabes? Y para una vez que podrías compensarme, te
niegas en rotonda.
Casimiro –Cielo, no te pongas así. Por supuesto que podrás tener todo cuanto
desees cuando seamos aún más ricos... Bueno, si me disculpas, tengo que ir arriba a hacer una llamada.
----------------------------------------------------------------------
Jacobo –Sí, sé perfectamente de lo que me hablas,
amigo. Fátima era igual de susceptible con esos temas femeninos. Son terreno
peligroso. Al final terminé por comprarme unos tapones por si
se me escapaba algún comentario sobre sus curvas que pudiese ser
malinterpretado. Y en tu caso, con todo lo fuerte que grita tu mujer, mucho me extraña que no te hayan reventado ya los tímpanos.
Casimiro –Pues no sé, ahora que lo mencionas, suelo
notar como una especie pitido constante en ambos oídos. Y duele. Es un dolor de
intensidad media, pero que en ocasiones…
Jacobo –Mira, evadir por completo esa clase de
temas te va a resultar imposible. Las esposas tienden a bombardear con
preguntas referentes a su falta de hermosura para hallar consuelo en un falso
reflejo, y no siempre es tarea fácil hacer de espejito mágico. Así que lo que
yo haría en tu lugar sería llevar siempre encima algún tipo de protección
contra las ondas “sonodestructivas”, como ya te he comentado.
Casimiro –Supongo que esa es mi única alternativa si
quiero evitar la sordera prematura.
Jacobo –Bueno, aunque por otro lado, el hecho de no
evitarla podría ser la gran solución a tus problemas, ¿no crees? Je, je, je, estoy
bromeando. Me ofreciste demasiado whisky.
Casimiro –Jacobo, hay una cosa más que quería
comentarte y básicamente por ese motivo procedí a realizar esta llamada.
Jacobo –¿Sí? ¿De qué se trata?
Casimiro –Pues verás, la señora que actualmente se
encarga de la limpieza de mi casa ha cometido hoy una falta imperdonable que
obviamente no puedo pasar por alto, así que me preguntaba si podrías
facilitarme el teléfono de aquella chica búlgara con la que estuviste intimando
durante un tiempo. Voy a conceder unas cuantas entrevistas esta tarde y he
pensado que quizás la muchacha podría estar interesada.
Jacobo –La verdad es que no he vuelto a saber nada
de esa persona después de que la dejase. Es posible que siga todavía con el mismo número. Pero cuando
salíamos juntos ella trabajaba como ejecutiva de cuentas en una prestigiosa
agencia de publicidad, y no creo que las cosas se le hayan podido torcer tanto desde
entonces.
Casimiro –Bueno, olvídalo. Acabo de acordarme de
otras tres posibles candidatas a quienes el azar no habrá sonreído en la misma
medida. En fin. Me están haciendo señas para ir a comer, así que tengo que dejarte.
Espero tu llamada para tratar la cuestión que tenemos pendiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario