jueves, 8 de marzo de 2012

Once al azar



A la altura de la montaña más mediana sita en el centro de la sierra, podía verse, sin mirar directamente, la mitad de un sol resplandeciente. Era bastante posible que bajo aquellos incipientes rayos que alumbraban la mañana, alguna que otra piedra resbalara por la pendiente llegándose a crear en los bajos de la falda un pequeño disturbio. Por suerte, no solían producirse lesiones importantes entre los implicados, lo cual resultaba un alivio para los más sensibles observadores que no comprendían su ausencia de sistema nervioso.






No hay comentarios:

Publicar un comentario