miércoles, 24 de septiembre de 2014

Típica conversación de ascensor



–Buenos días tenga, caballero. ¿Va usted a desafiar a la gravedad mediante el sistema de poleas o pretende, por el contrario, aproximarse al cuerpo rocoso de nuestra esfera?

–Puesto que hoy en la zona del levante tenemos un cielo completamente despejado, con una temperatura mínima de 31 grados y hasta 39 hacia el mediodía, hay un 46% de humedad, soplan suaves vientos alisios y no se prevén precipitaciones hasta el próximo jueves, pensaba exponer en la azotea todo el tejido epitelial permitido por las normas sociales, obligando así al organismo a producir una considerable cuantía de vitamina D3 a partir de los rayos UV, aun a riesgo de contraer un serio melanoma.

–Sí, lo cierto es que hace un día realmente espléndido. Yo acabo de proponer a mi esposa partir dentro de veintisiete minutos hacia la playa para recoger algunas conchas, mientras ella se dedica entretanto a cabalgar las olas. Pero lamentablemente he sido informado de que amaneció a una hora temprana con agudo dolor en el metatarso de su extremidad izquierda, con lo cual, no me ha quedado más remedio que posponer el plan para otra ocasión en la que se den similares condiciones atmosféricas.

–Padecí una pequeña lesión en esa misma zona hará poco más de tres años y sé lo incómodo que resulta a la hora de practicar cualquier tipo de actividad; incluso voltear las páginas del periódico “repatingado” en el sofá, usted ya me entiende. A su esposa le convendría guardar reposo y aplicarse un ungüento elaborado a base de harpagofito, árnica, sauce, cayena, clavo, aceite de almendras dulces, cera de abeja, aceite esencial de romero alcanfor y aceite de espliego macho. Aunque el compuesto tarda unos cuarenta días en macerar una vez elaborado, por lo que si no dispone de él me ofreceré a proporcionarle la cantidad que sea necesaria.

–Es usted muy amable. Mire, si lo desea, y no tiene nada demasiado importante que hacer, podría pasarse mañana por casa y le preparo unos combinados con el licor que más le guste. Así tendría una excusa perfecta para estrenar la coctelera que me tocó en una desafortunada tarde de tómbola. Pese a que no suelo beber nada que me deje fuego en la garganta, cuento con una vitrina repleta de botellas que compré por su fabuloso diseño “vintage”, y mi esposa solo cata su contenido en fechas muy señaladas y a palo seco.

–Pues en ese caso será un placer realizar mi contribución para quitarle peso de encima a la susodicha vitrina. Bueno, me temo que esta es mi planta. ¿Le iría bien sobre las 17:30 horas?

–Me viene perfecto. ¡Tenga cuidado con los radicales libres!


No hay comentarios:

Publicar un comentario