–Buenos días tenga, caballero. ¿Va usted a desafiar a la gravedad
mediante el sistema de poleas o pretende, por el contrario, aproximarse al
cuerpo rocoso de nuestra esfera?
–Puesto que hoy en la zona del levante tenemos un cielo
completamente despejado, con una temperatura mínima de 31 grados y hasta 39 hacia el mediodía, hay un 46% de humedad, soplan suaves vientos alisios y no se
prevén precipitaciones hasta el próximo jueves, pensaba exponer en la azotea todo el tejido epitelial permitido por las normas sociales, obligando así al organismo a producir una considerable cuantía de
vitamina D3 a partir de los rayos UV, aun a riesgo de contraer un serio melanoma.
–Sí, lo cierto es que hace un día realmente espléndido. Yo acabo
de proponer a mi esposa partir dentro de veintisiete minutos hacia la playa para recoger algunas conchas, mientras ella se dedica entretanto a cabalgar las
olas. Pero lamentablemente he sido informado de que amaneció a una hora
temprana con agudo dolor en el metatarso de su extremidad izquierda, con lo
cual, no me ha quedado más remedio que posponer el plan para otra ocasión en la
que se den similares condiciones atmosféricas.
–Padecí una pequeña lesión en esa misma zona hará poco más de tres
años y sé lo incómodo que resulta a la hora de practicar cualquier tipo de
actividad; incluso voltear las páginas del periódico “repatingado” en el sofá,
usted ya me entiende. A su esposa le convendría guardar reposo y aplicarse un
ungüento elaborado a base de harpagofito, árnica, sauce, cayena, clavo, aceite
de almendras dulces, cera de abeja, aceite esencial de romero alcanfor y aceite
de espliego macho. Aunque el compuesto tarda unos cuarenta días en macerar una
vez elaborado, por lo que si no dispone de él me ofreceré a proporcionarle la
cantidad que sea necesaria.
–Es usted muy amable. Mire, si lo desea, y no tiene nada demasiado
importante que hacer, podría pasarse mañana por casa y le preparo unos
combinados con el licor que más le guste. Así tendría una excusa
perfecta para estrenar la coctelera que me tocó en una desafortunada tarde de
tómbola. Pese a que no suelo beber nada que me deje fuego en la garganta, cuento con una vitrina repleta de botellas que compré por su fabuloso diseño “vintage”, y mi esposa solo cata su contenido en fechas muy señaladas y a palo seco.
–Pues en ese caso será un placer realizar mi contribución para
quitarle peso de encima a la susodicha vitrina. Bueno, me temo que esta es mi
planta. ¿Le iría bien sobre las 17:30 horas?
–Me viene perfecto. ¡Tenga cuidado con los radicales libres!
No hay comentarios:
Publicar un comentario